Dámaso González, »Maestro de Maestros» / Por José María Jericó
Maestro que mereció se le hubiera concedido la Medalla de Oro a Las Bellas Artes.
ALICANTE. Viernes, 1 Septiembre 2017. Por JOSÉ MARÍA JERICÓ / Fotos archivo: BENITO SÁNCHEZ LEYVA. El tiempo y sus designios marcan implacablemente cuando tienen que suceder las tragedias que en ocasiones sorprenden y hasta pueden llegar a confundir a los más escépticos.
En plena canícula agosteña nos deja helados la inesperada muerte del maestro Dámaso González, sucede cuando muchos pueblos de la geografía española celebran sus fiestas patronales, entre ellos los pueblos de las Sierras del Segura y Alcaraz, desde donde escribo estas líneas, están celebrando sus fiestas con sus típicos encierros a la antigua usanza; pueblos que Dámaso recorrió en sus comienzos con el ‘hatillo’ al hombro y la ilusión de llegar a ser alguien importante en el difícil mundo del toreo. Ahora, a punto de comenzar en su ciudad natal, Albacete, la Feria del Centenario de la Plaza en la que muchas tardes triunfó, y en la que con esa generosidad que le caracterizaba, tantas veces fue el principal organizador y protagonista del tradicional festival del Cottolengo y de la corrida de Asprona.
Dámaso tenía el secreto del temple en sus muñecas, y desde un valor sin fisuras, fue dominador de los difíciles arriesgados terrenos que pisaba retando siempre a toros de hierros legendarios, para poderles en esa lucha de gloria y muerte, en la que tantos triunfos alcanzó y que agigantaron su grandiosa historia. Faenas épicas en el recuerdo. Fue precursor e innovador de una tauromaquia en la que bebieron muchos toreros que siguieron sus pasos, y, aunque quizá un poco tarde, al final acabaron por hacerle justicia, reconociéndole que bebieron en las fuentes taurinas del maestro. »Maestro de Maestros», lo han reconocido grandes figuras del toreo.
Dámaso se nos ha ido en silencio, como él era, con discreción y sorprendiéndonos a todos, profesionales y aficionados, que desconocíamos el mal que acechaba al maestro. Aun recuerdo sus palabras cuando le llamé en agosto del 2015 para decirle que un grupo de amigos íbamos a iniciar una serie de acciones con la finalidad de que se le concediera la Medalla de Oro de las Bellas Artes a la Tauromaquia que concede desde hace años el Ministerio de Cultura. El con la serenidad y hablar pausado que le caracterizaba me dijo: “yo os agradezco el gesto que tenéis, que os molestéis por solicitar esa medalla para mí, pero yo me considero suficientemente premiado con el reconocimiento y el cariño de los aficionados”.
Se hicieron las gestiones en pro de que le fuera otorgada la merecida Medalla de Oro al maestro, pero el reconocimiento nunca llegó; sin embargo, sí creció la admiración, el respeto y el cariño a Dámaso González, tanto a su ejemplar trayectoria profesional como humana. Las repercusiones que ha tenido su triste fallecimiento y en el sepelio, sus paisanos, compañeros de profesión y aficionados, desde todos los ámbitos del Planeta de Los Toros ha quedado manifiesta evidencia.
Maestro desde donde te encuentres, desde el más allá, donde seguro estarás rodeado de tantos seres queridos que se nos han ido, y asomado a ese palco celestial desde el cual verás como se te recuerda en la Feria del Centenario de tu plaza, recibe el testimonio del cariño imperecedero de todos cuantos te conocimos y hoy lloramos tu perdida.
Las entrañables fotos son del archivo de nuestro buen amigo y compañero Benito Sánchez Leyva, corresponden al reconocimiento que hace unos años recibió Dámaso González de la Tertulia Taurina »Amigos de Nimes de Alicante», y que fue organizado por quién firma este texto. En la foto de la derecha, del albúm familiar, Dámaso junto a mi amada esposa Trinidad, buena aficionada y admiradora del maestro, quiso el destino que por la misma fatal enfermedad falleciera el 15 de noviembre del pasado año. Eternamente en nuestro recuerdo…