El volapié de Camino / Por Rafael COMINO DELGADO
<<LECCIONES MAGISTRALES>> Por RAFAEL COMINO DELGADO -Catedrático de la Universidad de Cádiz-
El volapié de Paco Camino reúne tres condiciones fundamentales: «Mucho Valor, Mucho Arte y Tirarse a Matar de Verdad».
El maestro Camino decía, y dice, que una vez que ha hecho el esfuerzo de pasarse el toro por la barriga muchas veces, vale la pena hacer el esfuerzo de tirarse de verdad a matar.
A lo largo de la historia ha habido grandes estoqueadores como Salvador Sánchez “Frascuelo”, del que Cesar Jalón dijo: «Le basta un estoque para mantenerse a la par de Lagartijo”, y Cossío dice: “Con el estoque, su personalidad fue cimera entre cuantos especialistas de cualquier época han alcanzado renombre”. Entre lo más grandes también es obligado recordar al gran Machaquito, pero limitándonos a los que nosotros hemos visto, es decir, a todos desde 1950 hasta nuestros días, podemos citar una larga lista de toreros que han brillado especialmente en la suerte de matar, como Rafael Ortega, Jaime Ostos, José Luis Galloso (que realizaba la suerte de recibir cuando prácticamente nadie la hacía), José Miguel Arroyo “Joselito”, Ignacio Uceda Leal, Juan Jose Padilla (muy seguro), el Fandi, José Mari Manzanares pero, en nuestra opinión, por encima de todos ellos está el maestro Paco Camino, en nuestra opinión y en la de muchísimos profesionales.
Cada uno de los citados buscó su propia técnica, sin salirse de los cánones clásicos, para hacer la suerte de matar, y de todos quizás el más seguro fue el maestro de la Isla, Rafael Ortega, que ejecutaba el volapié con mucha pureza, y el más variado José Mari Manzanares, que hace el volapié y la suerte de recibir casi al cincuenta por ciento, y muy bien ambas, pero Paco Camino hacia la suerte de matar, casi siempre al volapié aunque también practicaba la suerte de recibir con alguna frecuencia, con ARTE; el único que así lo ha hecho. Su volapié tenía, como todo su toreo, dos características fundamentales: Una enorme facilidad y mucho arte. Entraba a matar con tal naturalidad que daba la impresión de que lo hacía sin el más mínimo esfuerzo ni riesgo. En la figura 1, mostramos un volapié, a un toro de Torrestrella en Bilbao, del maestro Camino. La mejor fotografía de un volapié que yo he visto. Es sencillamente perfecto.
Entendemos nosotros que para realizar bien la suerte de matar hacen falta tres cosas:
a) Mucho valor, puesto que se le pierde la cara al toro, aunque sea una milésima de segundo, y además se hace viniendo el toro hacia el triángulo de Scarpa y yendo el torero hacia la cara del toro. Hay que confiar en que el toro obedecerá al toque con la muleta y no soltará la cara al pasar el torero, pues si lo hace cornada segura.
b)Mucha inteligencia para saber exactamente cuándo ha llegado el momento de matar, en que lugar hacerlo, en la suerte natural o en la contraria, a que distancia hay que colocarse según sea el toro, como ha de darse el toque con la muleta (más o menos fuerte, y a que altura), y luego ser capaz de arrancar en el momento justo, a la velocidad justa (si pasa a mucha velocidad tiene más posibilidades de pinchar en lugar erróneo, y si pasa demasiado despacio corre el riesgo de recibir una cornada), para que cuando el toro tiene la cabeza humillada, debido al toque con la muleta, pasar y clavar justamente en el hoyo de las agujas, haciendo la espada un ángulo, con la horizontal del toro, de unos 60ºC (no 45 como se suele decir), para herir los vasos fundamentales que ocasión la muerte rápida del toro.
c)Tirarse a matar de verdad. Todos los toreros nos dirán que cuando se tiran a matar de verdad, entregados, casi siempre lo matan a la primera, pero es que ello es muy difícil. No es fácil coordinar todo lo anteriormente expuesto, y menos fácil es tirarse de verdad, para lo cual, como dijimos, se necesita mucho valor, por lo que, si el torero sabe que no cortará trofeos, porque no hay una buena faena previa, hacer ese esfuerzo le cuesta un mundo.
El maestro Camino decía, y dice, que una vez que ha hecho el esfuerzo de pasarse el toro por la barriga muchas veces, vale la pena hacer el esfuerzo de tirarse de verdad matar.
Nosotros le hemos visto muchísimas veces hacer el volapié, y también la suerte de recibir, de forma perfecta, pero siempre recordaremos un toro que le echaba la cara arriba cuando él intentaba meter la espada, y lo resolvió con enorme inteligencia y sangre fría: Se perfiló, echó la muleta hacia delante y abajo, pero no arrancó él, con lo que el toro levantó la cabeza y en ese momento arrancó (el siguiente movimiento del toro seria lógicamente bajar la cara al comprobar que él no había arrancado), aprovechando que el toro bajó la cabeza para pasar y meterle la espada hasta los gavilanes.
Frecuentemente, cuando había realizado una faena de triunfo, e iba a coger la espada de verdad a las tablas, los banderilleros le decían, ¡este hay que matarlo! Él contestaba, ¡tranquilos, que este no se va!, y no se iba.
En los años sesenta y setenta, todos o casi todos los cronistas decían que el Viti era el que mejor mataba los toros, del escalafón (En la Maestranza pinchó un toro cuatro o cinco veces y a cada pinchazo le aplaudían, porque decían que lo hacía perfecto), hasta que en cierta ocasión, ya retirado, le hicieron una entrevista al maestro Viti y le dijeron, ¡póngase una nota con el capote la muleta y la espada! Contestó: Con el capote un 6, con la muleta un 8 y con la espada un 4. El entrevistador sorprendido le dijo, ¡pero como se pone solo un 4 con la espada, si es el que mejor mata los toros!, a lo que replicó, no, ¡el que mejor mata los toros es Paco Camino!
A partir de ese momento todos los cronistas cambiaron de parecer, y empezaron a ensalzar al maestro Camino como un gran estoqueador. Antes me costó más de una discusión con “entendidos”, por defender yo que el maestro Paco Camino era el que mejor mataba los toros. Así es la vida.