<<¡Vive LA FRANCE!>>, una vez más / Por Carlos Herrera -XLSEMANAL Nº 1228-
Tener un vecino de la dimensión y trascendencia de Francia tiene sus ventajas y sus inconvenientes.Los segundos tienen que ver con la defensa de sus intereses cuando no coinciden con los tuyos: al ser robustos y empecinados, pasan por encima de la conveniencia vecinal y suelen salir ganando. Pero las ventajas, en cambio, superan con creces a las desventajas
La tauromaquia francesa es un ejemplo, sin ir más lejos.
El aficionado francés es extraordinariamente conocedor, educado y comprometido, al igual que sus empresarios, que ofrecen festejos y ferias en plazas como Arles, Nimes o Dax que ya quisieran celebrar en pulcritud y éxito muchas ciudades españolas tenidas por toristas. Por si todo ello fuera poco, no hará más de dos semanas han declarado Bien de Interés Cultural que proteger desde las instituciones a la Fiesta de los Toros, de significación muy especial en el apasionante sur del país y de respeto generalizado en todo el resto. ¿Y por qué han hecho eso los franceses cuando es para ellos una fiesta importada en la que destacan muy pocas figuras nacidas en su seno? Pues no lo sé, pero me causa una envidia y una admiración sin límites: actuar sin miedos, sin complejos, sin avergonzarse de un patrimonio que también consideran suyo resulta admirable a poco que se contemple el paisaje de timoratos, meapilas y cobardones que adorna nuestro suelo patrio. Los franceses se han atrevido a hacer lo que aquí nadie tiene huevos siquiera para insinuar, a pesar de lo mucho que se viene reclamando por una industria que factura muchos millones de euros, crea miles de puestos de trabajo y centra el núcleo de la mayoría de las fiestas populares en pueblos y ciudades. Todo por no atreverse a molestar a no se sabe bien quién. Mientras Francia actúa diligentemente, en España causa perplejidad contemplar cómo un Parlamento autonómico, el catalán, se arroga la facultad de rebanar un espacio de libertad como es el derecho de realizar festejos taurinos por el camuflado motivo de marcar diferencias simbólicas con el resto del país. Aquellos catalanes que, durante la Oprobiosa, cruzaban la frontera para refrescar ideas, comprar libros prohibidos, contemplar películas de alto grado erótico -que hoy nos parecerían un juego de colegiales- tienen, ellos o sus descendientes, que volver a peregrinar a Perpiñán con el fin de contemplar un espectáculo taurino en paz, sin que una chusma grasienta los llame asesinos o sin que una autoridad saducea les prohíba ejercer un derecho elemental. Ejemplar…



































