OBITUARIO. González Barnés, «Un crítico de raza» / Diego Vera.
En toda obra humana hay luces y sombras. Pero, en el caso de Antonio González Barnés, predominaron las primeras.
¿Quién me llamará a partir de ahora Dieguico como él lo hacía?
MURCIA. Lunes, 24 Octubre 2016. Texto.- DIEGO VERA.
Este otoño lluvioso que vivimos nos arrebata, como un toro furioso, a Antonio González Barnés, un crítico taurino de raza que estuvo dedicado a esta labor hasta instantes previos a su fallecimiento. Salió por la puerta grande, como no se puede decir otra cosa de quien vivía apasionadamente la fiesta brava y la defendía con vehemencia y decisión, como lo hacía con cuantas normas o principios consideraba que eran merecedores de su defensa, aunque ello le suscitara la enemistad de los afectados.
Cuando llegó al ejercicio de la política como concejal de Cultura y Festejos del ayuntamiento de Murcia no fueron pocas las voces que se alzaron con cierto escepticismo sobre esa designación. Porque, ya se sabe, qué puede decir en esos campos quien era solo un periodista especializado en la crítica deportiva y taurina…
Y lo cierto es que cuando todavía no había transcurrido mucho tiempo en esa Concejalía, incluso los más críticos con el nombramiento tuvieron que rendirse a la evidencia: había puesto frescura, imaginación y alma en cuantas novedades introdujo en las fiestas y en la cultura, unos campos tan difíciles de desarrollar, pero en los que González Barnés llegó a moverse como pez en el agua.
El destino le permitió la dicha de poder conocer la anulación por el Tribunal Constitucional de la supresión de la fiesta de los toros en Cataluña, noticia que acogió con júbilo y alborozo en su portal digital ElMuletazo.com.
Y hasta en un postrer suspiro le permitió incluso asistir a la reunión del jurado en el que fueron concedidos los premios que cada año concede ese mismo portal, creado y dirigido por él.
En toda obra humana hay luces y sombras. Pero, en el caso de Antonio González Barnés, predominaron las primeras, porque las otras deben ser disculpadas porque todo lo hacía de corazón, apasionadamente, poniendo el alma en cuanto escribía.
A quien esto escribe le llamaba Dieguico, con un diminutivo que, viniendo de él -nos conocíamos de tantos años…- no empequeñecía el nombre, sino que lo engrandecía, porque de su corazón hablaban sus palabras.
Al salir del oficio fúnebre oficiado en la iglesia de San Nicolás de Murcia, en el que el mundo del toro, como ocurre siempre, se volcó con el amigo ido, crucé por la plaza del Cardenal Belluga de Murcia, junto a la Catedral, en el momento en el que un Cristo Crucificado esperaba la celebración de una misa que oficiaría el obispo de la diócesis. Cientos de personas esperaban allí. Y tuve la sensación de que de estar aún vivo, González Barnés habría sido una de ellas.
Cerca del mismo lugar, otras personas celebraban el descanso del domingo con las más diversas actividades de ocio. La vida seguía, es verdad, y tiene que seguir, pero lo hace y lo hará sin la presencia de un ser querido… ¿Quién me llamará a partir de ahora Dieguico como él lo hacía?