RECORDANDO AL TORERO GAVIRA / Por Serafín Piñeiro
El Diario La Opinión recuerda que: »Hoy se cumplen 90 años de la última faena del matador de toros nacido en el cartagenero barrio del Molinete».
Gavira tiene desde el año 1994 un monumento en Cartagena, gracias a Manolo Sánchez Juárez -Pte. del Club Taurino de Cartagena, quién, además, se encarga desde entonces de su cuidado y mantenimiento. Es obra en bronce del escultor y pintor Juan de la Cruz, y está ubicado junto al Centro Cultural Ramón Alonso Luzzy, frente al Colegio Marista.
CARTAGENA (Murcia). Lunes, 3 Julio 2017. Por SERAFIN PIÑEIRO. Aquella tarde del 3 de julio de 1927 estaba resultando extremadamente calurosa, por lo que la gente aprovechaba que el segundo toro de la ganadería Hijos de Tomás Pérez de la Concha era arrastrado por las mulillas, camino del matadero, para dar un trago al botijo o a la bota de vino. Mientras tanto, la banda de música de la madrileña plaza de toros de Fuente del Berro, intentaba refrescar un poco el ambiente interpretando un pasodoble taurino.
Al poco, minutos antes de las seis, sonó el clarín para anunciar que el tercer astado del lote, con el número 47 y de nombre ‘Saltador’, estaba a punto de salir del toril. En realidad, a la vista de la falta de bravura y la poca casta de sus hermanos, los amantes de la fiesta no esperaban demasiado de aquel morlaco negro zaino, de cuernos finos y afilados que galopaba sin rumbo por el ruedo, pero el valeroso torero cartagenero Enrique Cano Iribarne, conocido por ‘Gavira’, necesitaba el triunfo.
Al poco, minutos antes de las seis, sonó el clarín para anunciar que el tercer astado del lote, con el número 47 y de nombre ‘Saltador’, estaba a punto de salir del toril. En realidad, a la vista de la falta de bravura y la poca casta de sus hermanos, los amantes de la fiesta no esperaban demasiado de aquel morlaco negro zaino, de cuernos finos y afilados que galopaba sin rumbo por el ruedo, pero el valeroso torero cartagenero Enrique Cano Iribarne, conocido por ‘Gavira’, necesitaba el triunfo.
Al final tanto en la suerte de varas como en la de banderillas, el toro resultó demasiado mansurrón e incluso peligroso; y como el animal no tenía recorrido con la muleta y se encerraba en tablas, el matador decidió hacer lo que mejor se le daba, es decir, entrar a matar y ofrecer al público esa célebre estocada suya que era envidia de tantas figuras del toreo. Así pues, una vez igualado el toro, Gavira con la espada en su mano derecha apuntó al animal y lanzó la suerte, aunque marcando mucho los tiempos y sin cruzar la muleta de su mano izquierda para tratar de entretenerlo. El resultado no pudo ser más trágico…. LEER ARTICULO COMPLETO EN ENLACE