TOLERANCIA CERO CON EL INTOLERANTE / Por Javier Hurtado
Recuérdese que, a la hora de las lamentaciones, suelen preceder las vísperas de las persecuciones.
MADRID. Domingo, 13 Marzo 2016. Por Javier Hurtado -Periodista – La vida da muchas vueltas y la historia nos lo recuerda. Los fundamentos del abolicionismo taurino están enraizados en el pasado.Los Papas Pío V, Clemente VIII y Pío IX fueron tres significativos condenadores de los juegos con toros pero no porque vieran maltrato animal, sino por el número de muertos que causaban. Por el contrario, cinco siglos después, diversas asociaciones defensoras de ciertas especies animales se esfuerzan, con tanto entusiasmo como escaso raciocinio, por equiparar en derechos a sus defendidos con los seres humanos.
Se dicen animalistas y antitaurinos mas también son antinteligentes puesto que su antinteligencia se apoya en la negación e incluso en el sabotaje, de sensibilidades morales e intelectuales con las que están en desacuerdo e intentan suplirlas con la suya, al parecer, única y excluyente. La claque militante de ese movimiento es corta pero bien organizada y cuenta con el respaldo económico de organizaciones supranacionales.
Hasta hace poco era la punta de lanza del antitaurinismo-animalista y, resultando intranquilizadora y molesta su presencia en el entorno de las plazas de toros, preocupa ahora más el hecho de que la corriente agravatoria haya penetrado en las esferas de poder, porque ahí sí que está haciendo un daño mayúsculo. Esos equipos de gobierno, por recién llegados, no reparan en que el poder político es temporal y quiebra cuando menos se supone. Los asesores en nómina deberían alertar de que, antes de ir por lana, es aconsejable tentarse la ropa y medir las distancias, por si acaso las cañas se vuelven lanzas.
Semanas atrás constatábamos con estupor como los Ayuntamientos de Madrid y Córdoba, casi al mismo tiempo, incurrían en mezquinas decisiones atentatorias contra la Tauromaquia mientras que el gobierno balear camina por la senda abolicionista, sin que nadie ponga freno a tanta afrenta. Son cuentas nuevas en el rosario de agravios que vienen soportando la Fiesta y sus prosélitos. Para más INRI, las medidas adoptadas desde las administraciones públicas espolean a los protestantes de la calle que, venidos arriba, amplían su radio de acción. Si antes sólo se les veía en las principales ciudades, ya visitan cualquier pueblo por pequeño que sea.
Al contemplar a estos pobres bucéfalos manifestándose desaforados frente a las plazas de toros, o profiriendo gritos e insultos tratando de impedir la celebración de festejos taurinos populares, apenas siento en el corazón una gota de la compasión que Epicuro prescribía sentir hacia los que perseveran en el error. Y, sin embargo, me desagrada la sequedad de corazón hacia ellos, preferiría razonar, confrontar puntos de vista que nos llevaran sino a la senda del entendimiento sí, al menos, a la del respeto.
Pero ese personal trabaja por encargo y un salario, así que de nada sirve pedirle un poco de sentido común y otro poco de consideración al prójimo. No obstante, aunque acontezca que las leyes se mueven con mayor lentitud que las costumbres, los vulneradores de las mismas, caso de los boicoteadores de Olocau del Rey, en Castellón, ya se han enterado de que la ley tiene sus inexcusables servidumbres y quien la hace, la paga. En su caso, seis mil euros por cabeza. Pocos me parecen.
No obstante, observada desde una perspectiva más abierta, la realidad nos pinta un panorama inquietante; es tal la intransigencia y la inquina con que atacan la Fiesta Taurina sus actuales enemigos, que creo ha llegado el momento de que, quienes la amamos y defendemos, tomemos conciencia de la seriedad de la situación y reflexionemos sobre la interesante propuesta de Karl Popper en “La sociedad abierta y sus enemigos”: Si no estamos preparados para defendernos de los ataques de los intolerantes, el resultado será la destrucción de los tolerantes y de la propia tolerancia. De modo que, aunque resulte paradójico, en nombre de la tolerancia, deberemos reclamar el derecho a no tolerar a los intolerantes. Recuérdese que, a la hora de las lamentaciones, suelen preceder las vísperas de las persecuciones.

































