Archivo del 12 diciembre, 2017
La competencia y las buenas personas / Por Juan TOMÁS FRUTOS.
Me refiero al lorquino PACO UREÑA y al peruano ROCA REY, que han coincidido mano a mano, que han volado juntos y separados…
MARTES. 12 Diciembre 2017. Por Juan TOMÁS FRUTOS. Fotos: Archivo TNM.com – Creo mucho en la competencia sana, que lo es. No confundamos con envidia ni con otros valores sucedáneos o mal interpretados. ¿Qué por qué digo esto? Porque tenemos la suerte en los últimos tiempos de contar con varios toreros de valor, unos más reseñables que otros, unos más hechos por el azar o el destino, pero, en todo caso, son exponentes del duende y de las ganas de laborar que tienen los ciudadanos amantes de este arte en primera línea.
Me refiero al lorquino Paco Ureña y al peruano Andrés Roca Rey, que han coincidido mano a mano, que han volado juntos y separados, que han cosechado méritos y admiración por donde quiera que van.
Reparten talento, como dicen todas las crónicas. Poseen voluntad, ganas de esforzarse, de comunicar, de conectar con el público. Se la juegan cada vez que pisan el albero, y demuestran que el valor puede ser infinito, porque en ellos lo es. Albergan buen talante, buena técnica, unos objetivos de triunfar que ya ejercen, y disponen de muchos años por delante, así como de la querencia de grupos incondicionales, los propios de sus lugares de procedencia y ascendencia, y todo ello en un país que sigue oteando en ellos las más hermosas señas de identidad.
Nos subrayan los que saben de esto que las dos figuras de hoy podrían recordarnos otras del pasado. Son muchas las parejas que rivalizaron y dieron que hablar mucho y bueno. A mí se me antoja pensar en dos leyendas. Me refiero a esa época de especial esplendor de la tauromaquia, la que se conoce como la »edad de oro» del toreo, con Joselito y Belmonte. Encumbraron estas ceremonias a unos niveles excepcionales.
No les voy a cansar con lo bien que han toreado estos últimos meses, no voy a recopilar sus merecidos incontables galardones, y no voy a ensalzar los que están por venir, que ya verán como son cientos. Sí les voy a destacar que, además de todos los valores comunes referidos, me he dejado para el final aquel que considero primero: son buenas personas, buenas de verdad, y eso, en éste como en otros oficios, es lo que salva a la afición y a la sociedad en su conjunto. Deben pensarlo, y verán que es así.