Archivo del 16 enero, 2020
Plazas de toros cubiertas / Por Rafael COMINO DELGADO
<<LECCIONES MAGISTRALES>> Por RAFAEL COMINO DELGADO -Catedrático de la Universidad de Cádiz-
En cualquier aspecto de la vida hay que evolucionar, e ir adaptándose a los nuevos tiempos…
La Fiesta de los toros es un espectáculo, generalmente, caro, aunque no más que el futbol, por ejemplo, y como consecuencia el precio de las entradas ha de ser alto. Ante esos precios, a la hora de decidir ir a la plaza, los aficionados han de pensárselo detenidamente, y más en los tiempos que vivimos.
Y además el resultado de un festejo depende de múltiples factores (más que en otros espectáculos), entre los que hay algunos parcialmente controlables, como son el juego de los toros durante la lidia y lo inspirado del artista, es decir el torero. Incluso las ganaderías de más prestigio pueden echar una mala corrida, porque lo que el toro lleva dentro nadie lo sabe a ciencia cierta. Por lo que al torero se refiere, ciertamente los hay más predecibles, y otros menos, pero nunca al cien por cien, ya que es un arte y siempre dependerá de lo inspirado que ese día esté el artista.
Sin embargo, hay una serie de factores, que influyen mucho en el resultado del festejo, y que parece mentira no estén controlados en el siglo XXI avanzado. Me refiero a la lluvia y al viento que, en ferias de primavera y otoño, sobre todo en algunas zonas, tienen gran repercusión. ¿Cuántas veces hemos visto desarrollarse una corrida bajo intensa lluvia- lo cual es muy molesto para torero y público, o con mucho viento, enemigo número uno del toreo? En Madrid es frecuente.
A esos factores hemos de añadir otros susceptibles de amplia mejora. Me refiero a la comodidad de algunas plazas, francamente mejorable, y al sol, que media plaza debe soportar.
Todos estos aspectos se podrían corregir simplemente cubriendo las plazas; todas, pero especialmente las de primera. La persona que paga 30, 40 y hasta más de 120 euros por una entrada lo menos que puede exigir es cierto grado de comodidad.
En los años cincuenta y sesenta del siglo pasado era habitual que la parte del sol siempre estuviera llena o casi llena, mientras que la de sombra tenía poca gente. Hoy, afortunadamente, ocurre justo al contrario; prácticamente, en todas las plazas se ve una buena entrada en la sombra mientras el sol está vacio, porque en el año 2020 hay muy poca gente dispuesta a pasarse dos horas, o más, soportando un sol de justicia en pleno mes de julio, agosto o septiembre. Estamos en la época de la comodidad, y pedir sacrificios a la población es perder el tiempo.
Resulta incomprensible que en ferias como las de Valencia, Sevilla o Madrid, de repercusión mundial, todavía queden estos factores al albur climatológico.
En cualquier aspecto de la vida hay que evolucionar, e ir adaptándose a los nuevos tiempos; lo contrario conduce inexorablemente al desastre.
En definitiva, creo que cada vez hacemos más a favor de alejar a los aficionados de las plazas, y solo me he referido a aspectos fácilmente evidenciables pues hay otros, algo más ocultos, de los que algún día hablaremos.