Archivo del 6 octubre, 2016
ANTONIO BIENVENIDA. “IN MEMORIAM” / Por José María Sánchez Martínez-Rivero.
En este mes de octubre se cumplen 41 años de la muerte de Antonio Mejías Jiménez, “Bienvenida”, en los campos de El Escorial. Antonio, don Antonio, después de 41 años sigue siendo torero.
Octubre de 2016, en Collado-Villalba. El nombre de Antonio Bienvenida significa para el toreo el de una figura señera: el arte, la torería y la eterna sonrisa.
Mucho se ha escrito y varias son las biografías del maestro. Pero, ¿cuál era su pensamiento taurino? Trataremos de averiguarlo. En las muchas entrevistas que concedió se puede apreciar; pero habría que ir una por una para saberlo. Vamos a resumir algunos de esos pensamientos taurinos en este modesto ensayo.
En cuanto a los gestos en el toreo se expresó así:
“Los gestos en el toreo engendran una encendida pasión, necesaria para el subsistir de la Fiesta.”
En 1947, el maestro sostuvo con el gran torero azteca Carlos Arruza, cierta polémica sobre que es el toreo. Llega a la conclusión de que el toro lo arregla todo y dice:
“Creo, sinceramente, que el toro lo arregla todo. ¡Indudablemente! A unos nos eleva a la gloria; a otros nos echa a la cama, y a los más, al olvido.”
Nadie dudaba de su integridad profesional pero él lo deja muy claro:
“Soy un torero a cuerpo limpio. Que es lo más difícil que se puede ser en el toreo.”
En la corrida celebrada en Barcelona el 26 de julio de 1942 el toro “Buenacara” de la ganadería de don Ángel Sánchez, lo empitona muy grave, teniendo que oír desde el tendido, antes de la cornada:
“¡Embustero, déjate de cuentos!”
Reproche injusto a un torero con una profesionalidad extraordinaria.
El maestro explicaría el porqué de la cornada: “Se equivocó el toro. El cambio se lo di al citarle la segunda vez, y en la primera que lo intenté pudo equivocarme el toro, que acudió trotón y meciéndose en el viaje dando “cambayadas”, y no me equivoqué porque le di ese muletazo del que se habla y lo eché fuera. Entonces uno del tendido -¡Dios se lo pague!- me gritó: “¡embustero, déjate de cuentos!” y como no soy embustero ni cuentista y el toro se iba a prestar, le cité de nuevo más largo, y se me vino muy fuerte, pero derecho, y yo muy a tiempo, más a tiempo que nunca, le di la salida, que no tomó, yo no sé por qué, o porque no pudo, por exceso de velocidad, o porque no venía fijo en mí. Pero esto segundo no puedo asegurarlo, porque yo no vi quien pudiera estar detrás. Pero conste que el toro se equivocó y acertó a la vez, porque la obligación del toro es coger al torero. Mas como la obligación del torero es torear bien y poder más que el toro, en cuanto me ponga bueno y salga a torear, le doy un cambio a muleta plegada al lucero del alba.” LEER MÁS